Este itinerario por el valle del Madriu-Perafita-Claror, bien inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial, invita a descubrir los últimos cinco siglos de historia de este paisaje cultural. De 1732 a 1845, una farga catalana funcionó en la parte alta del valle. En esa época, pastores, agricultores, carboneros, arrieros y forjadores compartían el mismo espacio. La identificación de los testimonios materiales que nos han legado permite entender la explotación de los diferentes recursos del valle e interpretar su evolución.
El itinerario siderúrgico del valle del Madriu es un paseo circular —empieza y termino en el mismo lugar— que recorre varios caminos tradicionales. Tiene una duración aproximada de 6 horas y el recorrido total es de 13 km (desnivel positivo de 500 m) o de 10 km (650 m de desnivel), según si se parte del aparcamiento del Circuit de les Fonts o de la Font de la Closa. No presenta ninguna dificultad técnica pero se requiere un mínimo de condición física. La guía digital que os podéis descargar os orientará en vuestro paseo y en la lectura del paisaje.
Durante la subida, en la parte umbría de Engolasters y en Solanet de Ràmio, cruzaréis los últimos espacios carboneros explotados por la farga. Aquí todavía pueden observarse los vestigios de algunas de las plazas donde se transformaba la leña en carbón. En la vertiente opuesta, al otro lado del río, desde la cabecera del Madriu hasta la parte superior de Perafita-Claror y el Coll de l’Astrell, se extienden el resto de bosques que habían alimentado la farga antes de ser aprovechados por los aserraderos y proveer al país de madera de construcción (siglos xix y xx).
Más arriba, en las inmediaciones del Prat de la Paleta, casi a 2.000 m de altura, encontraréis el centro del área de producción, donde se situaban la farga, en la que se obtenía el hierro en bruto, y el martinete, que lo acondicionaba hasta obtener los lingotes. Desde aquí, ya de regreso, pasaréis por el camino que fue trazado a finales del siglo xviii para dar salida al metal que se distribuía por toda Cataluña. En el Collet de l’Infern y en Fontverd, entre otros, la acumulación y variedad de estructuras arqueológicas identificables en un mismo lugar nos explican cómo los carboneros, pastores, agricultores y leñadores han ido modelando el paisaje en su particular aprovechamiento de los recursos.